Como os dije, la entrada de ayer tenía continuación. En realidad no es ya un artículo de Jan... sino la respuesta al debate que surgió en De Re Militari al artículo que publicó.
En esencia contesta a un suscriptor una serie de dudas, comenzando por las traducciones.
Si pincháis en "Leer más" podréis verlo.
"(¿alguien pensó en la editorial de las malas traducciones?)"
Bueno, en mi opinión, las malas traducciones existen desde siempre, ni siquiera son exclusivas de la historiografía militar, afectando a cualquier otro área del saber o del entretenimiento.
El problema es de sobra conocido: los traductores por regla general, desconocen términos de carácter muy técnico de un campo de conocimientos concreto y/o no comprenden el contexto, por ignorar los detallas de dicho conocimiento. Es un trastorno común, diario, que afecta desde grandes empresas como la CNN e instituciones como la ONU. Las editoriales no pueden subsanar un error consustancial a la naturaleza humana.
En el caso de la Historia Militar, lo ideal sería contratar a traductores que, como mínimo, sean o hubieran sido profesores de academias militares que imparten esta asignatura, mas por desgracia son un puñado, no se prodigan en publicaciones civiles, y de los disponibles hay menos que puedan traducir con garantía certificada. La cuestión subsiguiente sería si las editoriales estarían en disposición de afrontar los merecidos honorarios que cobrarían personas con este perfil.
Las editoriales lo más que pueden aspirar en la cotidianía es a contratar traductores aficionados a la Historia Militar, pues como comenté en otra ocasión, considero que no hay expertos ni profesionales en este acervo, salvando los dichos profesores que sólo existen en el ámbito militar, no el civil (por lo menos en España).
Y lo que ocurre es que, finalmente, las editoriales, como la gran mayoría de las entidades que contratan traductores, contratan a personas cualificadas en traducción, con sus títulos académicos en regla, que no es poco, pero sin los conocimientos técnicos necesarios de un área. Recuerdo el caso de una amiga periodista que razonaba el término "Tercio" como parte matemática de un ejército, no como unidad de infantería; ni siquiera había oído hablar del vocablo, como la gran mayoría de españoles contemporáneos antes de la difusión de las novelas de Alatriste, por cierto.
Así pues, malas traducciones hay de todo lo traducible. No hay más que teclear "mala traducción" o "malas traducciones" en un buscador de Internet para darse cuenta de lo ofuscada que está la gente en todo el planeta con este asunto. Si es de difícil solución en otros sectores, mal lo tiene la historiografía militar.
Quizás, en un futuro, habrá escuelas de traducción específicas para todos y cada uno de las diversas áreas de interés humano. De momento, lo más que pueden aspirar las editoriales es a tener traductores que sean aficionados a la Historia Militar.
Lo óptimo es que el aficionado a la Historia Militar sepa leer en inglés, no digo hablar o escribir; como mínimo leer.
"...el lector tiene fácil acceso a miles de obras "gratuitas" escaneadas en pdf..."
- Baste comentar que aproximadamente más del 85 % del catálogo de una gran editorial anglosajona de militaria ha sido ya esquilmado por la piratería. Todos los lectores contentos, ya veremos que traerá la legislación sobre este derecho a compartir...
" Y aún así, las estanterías siguen repletas de 'novedades' a 30 euros o más, por desgracia muchas no dan la talla"
- En mi opinión, el peor mal que aqueja a la historiografía es la reiteración, la multiplicidad, la copia disfrazada. Los historiadores no pueden proteger sus textos como ideas, como puedan hacer los novelistas, porque la Historia es un patrimonio común de la humanidad. Así que en el caso de la historiografía, basta con contar lo mismo usando otras palabras, para que nadie pueda denunciar un plagio. En el mundillo creativo, apodan "fusileros" a quienes toman obras de otros y las reescriben, y al resultado de estas adaptaciones las llaman "refritos".
Así, hay editores y autores españoles que se han dedicado a "fusilar" libros extranjeros, con peor o mejor fortuna. El ejemplo de la editorial Almena, que intentó reproducir descaradamente el formato de los dichosos Osprey, pero con temáticas españolas originales, es el más benigno, ya que no calcaba textos, si no una presentación. Los fusileros españoles prefieren "basarse" en libros anglosajones, porque al lector hispano le resulta más difícil descubrirlos. Luego engordan la bibliografía para proporcionarse un aura documentalista y veraz. El sistema es muy viejo.
Así, por ejemplo, opino que ningún libro hispano que trate algún asunto de las Guerras Mundiales es original; es traducción de autor extranjero, o refrito de uno o varios, con escaso margen de duda. Recomiendo no comprar en en este último caso, salvo fuerza mayor, es decir, que no exista traducción del original u originales en que se fundamenta sin admitirlo. Descubrir cuales son es otra cuestión...
En el mundo editorial sucede que cuando un tema es susceptible de venderse bien, por la coyuntura que fuere, surgen los refritos. Y si ahora hay mucha demanda de Historia Militar, pues es normal que aparezcan, lo extraño sería lo contrario. Es señal de dinamismo.
Observo que hoy en día la "fritanga" de Historia Militar experimenta una fase de expansionismo gráfico: como el material existente apenas tenía imágenes, las nuevas obras buscan destacarse introduciendo tapas duras, papel de alto gramaje con cantidad de colorido en fotos y mapas, e incluso las páginas son cromadas. Al igual que la comida, los libros también pueden entrar por los ojos, editores y libreros lo saben muy bien.
Así, siguiendo el ejemplo del mensaje anterior, el nuevo libro sobre batallas tendrá grandes fotos de pinturas y mapas... pero seguirá omitiendo las Navas de Tolosa y citando Little Big Horn. Vamos, que el aceite es el mismo, y el churrasco sale idéntico, pero puede ser más digerible por las imágenes.
Naturalmente, que un libro tenga muchas imágenes no significa que sea un refrito, ni muchísimo menos. Las primeras "guías visuales" de la británica DK son un buen ejemplo. Por no mencionar que muchos aficionados se introducen con refritos. Si no se puede conseguir un libro "original", por carestía, traducción inexistente o agotamiento, pues bendito sea un refrito, porque es mejor que nada. Y puede que alguno hasta complemente, cuando no mejore, a los originales "fusilados", aunque sólo sea por adaptarlos a lenguajes y esquemas comprensibles para los lectores más
jóvenes.
Aconsejo meditar las compras. El aficionado debe mantener cierto aplomo en la librería, recordando el material que tiene en su biblioteca, para evitar adquirir compulsivamente algo que ya tiene, aunque presentado de distinta forma. Si hay dudas, mejor volverse a casa y comprobar si realmente se carece del material a adquirir. De no hacerlo, podremos tener un libro "muerto", que no abriremos y encima ocupa espacio. Vender un libro nuevo a una librería de segunda mano es una mala opción, porque los precios de recompra suelen ser bajísimos, un 20% del PVP por lo común; si es de gran formato, poco más. Puede ser preferible regalarlo a un amigo.
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