Como he tenido una semana de infarto porque estoy sacando adelante la edición de un nuevo periódico en la Red (ya os avisaré de ello, porque tendrá secciones muy interesantes de Historia Militar), no he podido publicar casi nada. Un error imperdonable, porque me he olvidado la celebración del 2 de mayo. Para los que no son españoles, ese día es el bicentésimo aniversario de la sublevación de Madrid contra las tropas de Napoleón comandadas por Murat, el duque de Berg. Mientras la gran mayoría de los nobles y la práctica totalidad del Ejército se quedó inmóvil ante el secuestro de la Familia Real, el pueblo salió a la calle a acuchillar con navajas a las tropas a caballo como los Mamelucos y a desjarretar a los soldados franceses. Al final, un baño de sangre tremendo en que sólo dos soldados, Daoiz y Velarde, se rebelaron contra los gabachos en el parque de artillería de Monteleón.
¿El resultado? Los franceses llegaron a ajusticiar a costureras por llevar tijeras y a cualquier paisano que llevara un cortauñas (navajas en aquella época llevaban todos los españoles). El cuadro de Francisco de Goya sobre el Fusilamiento del 3 de mayo muestra los horrores de una guerra que comenzó la tarde del 2 de mayo con el bando de los alcaldes de Móstoles exhortando al patriota español a luchar contra el invasor francés.
Como colofón, decir que el 24 de abril, en León (mi ciudad natal), los ciudadanos salieron a la calle para mostrar su apoyo a Fernando VII -que en ese momento estaba siendo conducido a Bayona- al grito de "mueran los traidores, mueran los franceses". También hay que decir que el 18 de abril se produjo una escaramuza callejera contra las tropas francesas en Burgos, motivada por la falta de tacto de los militares galos más que por una cuestión política.
Ese 24 de abril el Ayuntamiento de León publicó una proclama exigiendo la retirada de las tropas extranjeras de España. Ésta se llegó a imprimir en el BOE de aquel tiempo, La Gaceta de Madrid, número que Murat mandó quemar para evitar que lo leyeran los madrileños y se encolerizaran. No lo consiguió ni intentando ocultar lo que había ocurrido en León, está claro. Varios leoneses murieron en las refriegas y algunos las lideraron. En siete días el rumor de lo ocurrido en León había llegado a Madrid y cuando los franceses se quisieron llevar al infante Francisco de Paula el pueblo montó en cólera, como muestra la lámina justo encima de este párrafo.
Si queréis leer un libro fantástico sobre este día tan importante para los españoles, no olvidéis Un día de cólera, de Arturo Pérez-Reverte.
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