Francis Fukuyama es el autor de El fin de la historia y el último hombre, libro que durante muchos años los neoconservadores estadounidenses han considerado una de sus biblias ideológicas. En este libro, el politólogo estadounidense de origen japones asegura que la historia terminará cuando se consiga el sistema de gobierno perfecto, o el que no se pueda mejorar. Para él, claro, ese sistema perfecto es la democracia occidental.
El fin de la historia es un libro escrito con una claridad de ideas excepcional. Pone como ejemplo de transición de una dictadura a la democracia a España y lo clava, no dice ninguna tontería y acierta en la visión de lo ocurrido. Sólo ese detalle me hizo considerar que Fukuyama sabía por donde andaba.
La crítica más feroz de Fukuyama en ese libro fue al sistema comunista, que se derrumbó al final por que las economías de estado sin competencia se terminan adocenando y pudriendo. El poder sin un control es perjudicial.
Pues bien, en esta opinión que publicó hará dos años, Fukuyama critica a los propios neocons por saltarse a la torera el sistema de control y lanzarse a guerras, como la de Iraq, que son un error estratégico de grandes proporciones. Mal trago para los neonconservadores estadounidenses que su referente ideólogo se descuelgue de sus actuaciones. En sus manos, Estados Unidos mantiene la hegemonía mundial, pero como bien dice Fukuyama, sólo conservando La hegemonía de la derrota.
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